Autovia

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La familia viajaba alegremente en su flamante Ford Fiesta. En el coche todo eran alegrías, pero la situación no tardaría en cambiar. Las sonrientes caras se transformarían en angustiosos y estremecedores rostros, y quien sabe que sucedería con sus esculturales cuerpos.

El matrimonio que conducía el coche tenía dos hijos. Una niña de 16 años y un niño de 2. El automóvil rodaba por la autopista a 120 km/h y sus usuarios quedaron sorprendidos al ver que por su izquierda, les adelantaba un majestuoso camión de 24 ruedas a unos 180 km/h. El camión llevaba a ambos lados del remolque unos grandes letreros en los que se leía la frase "Skinface: viajes sin retorno". Cuando fueron adelantados, al conductor del coche le pareció ver que el conductor del camión llevaba una especie de máscara o algo así. Al momento, los ocupantes del automóvil vieron como el camión hacía un extraño y chocaba con un árbol. Sin poder reaccionar, el coche chocó con el culo del camión. Del violento impacto, las puertas traseras del 24 ruedas se abrieron para dejar salir innumerables hierros y vigas de acero y hormigón que fueron a parar contra el cristal del coche. A partir de ahí comenzó la agonía y la catástrofe. Uno de los hierros que entró por el cristal del coche atravesó a la mujer por el esternón, lo que originó la regurgitación al exterior por parte de la mujer de cantidad de sangre y restos esofágicos. Los ojos de esta, estaban llenos de pequeños cristalitos que habían atravesado su cristalino y habían permitido salir hacia afuera la mayor parte de los humores del ojo, y que junto con la sangre que también emanaba de el, formaron una pasta semejante a las papillas para niños.

La hija del hombre salió despedida por el cristal del coche. Se empotró violentamente contra un amasijo de hierros quedando empalada ya no de forma brutal, sino de forma descomunal y grotesca. Su cuerpo estaba atravesado por un grueso hierro que penetraba por algo que parecía su vagina y salía por la parte superior del cráneo. La parte de hierro que sobresalía de su cabeza, a la altura del occipital, actuaba a modo de cuenta gotas, mejor que de cuenta gotas, de cuenta plastas ya que todas las masas encefálicas, tejidos y líquidos cerebrales, cuajarones de sangre e infinidad de venas y capilares sanguíneos, que formaban una densa plasta, chorreaban por el extremo del hierro y caían al suelo, como las gotas de lluvia caen de las hojas cuando deja de llover.

El padre de la familia perdió su cabeza al reventar esta de un brutal choque contra el volante del coche. Las piernas del conductor, habían sido seccionadas de cuajo a la altura de la cintura por una enorme viga que había atravesado el capo y que se introdujo en el interior del coche por debajo del cuadro de mandos. Todas las tripas del hombre quedaron pues al descubierto y cayeron al suelo con un sonido seco y continuo, como el de un cubo de agua que se vacía contra el suelo de forma violenta. Eso no era lo peor ya que el cinturón de seguridad, al producirse el impacto, se quedó estático y en el momento del choque, la fuerza de inercia del cuerpo, que lo empujó hacia delante, contribuyó a que el cinturón de seguridad se hundiera en su carne cortando el cuerpo en tres asquerosos pedazos de repugnante apariencia. Fue como una explosión. Restos de estómago, trozos de pulmón, infinidad de vísceras, numerosas costillas y partes de la espina dorsal, goterones de sangre, pedazos de todos tamaños de carne, tejidos humanos y aparatos internos, se esparcieron por todo el coche inundando suelo, ventanillas y demás ocupantes del coche.

La peor parte la tubo que soportar el niño de 2 años. Dos hierros que entraron por el cristal fueron a parar contra sus bracitos. Estos no fueron arrancados ni cortados, simplemente fueron machacados y triturados. Sus huesos se redujeron a un amasijo de pequeñas astillas que se clavaron en su propia carne de los brazos, dejando estos con el aspecto de unos alargados erizos de mar. El niño se vio sumido en un gran número de convulsiones que no sabía lo que significaban. Se movía de un lugar a otro agitando los muñones al mismo tiempo que grandes regueros de sangre recorrían los dos colgajos que tenía por brazos. Ayudándose de los pies logró salir del deformado coche. La sangre se estaba coagulando en sus brazos, lo que le daba un aspecto muy desagradable, ya que ver a un niño de 2 años con los brazos machacados como dos filetes y además llenos de pequeñas púas clavadas y con un asqueroso color morado a causa los coágulos, no resulta muy relajante.

Cuando salió el niño del coche la puerta del camión se abrió y salió su conductor. Llevaba una extraña máscara y portaba una gigantesca sierra mecánica. Se dirigió hacia el niño y lo agarró por el cuello con una mano mientras con la otra le doblaba las piernas en el sentido contrario al normal. Sendas piernas rompieron en un chasquido. El muchacho era ahora por completo un desperdicio humano, no podía andar ni usar sus brazos, solo le funcionaba la cabeza. Con sus pequeños ojos pudo leer en la solapa de la camisa de su agresor sus credenciales, donde leyó: "Skinface, cliente del mes. Viajes sin retorno". No le dio tiempo a leer más ya que la mano que lo sujetaba por el cuello empezó a apretarle más y más hasta que logró separar su cuerpo de su cabeza. La tiró al suelo y de un fuerte patadón la reventó. Nada más hacer esto arrancó su sierra y desmembró parte por parte el cuerpo del niño y metió todos los trozos en el camión. Luego se dirigió al coche de donde recogió todas las partes humanas que aun se conservaban en buen estado y después de reducirlas a pequeños trozos fáciles de transportar las introdujo en el camión y se marchó a su granja-matadero.

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