Por Reirse de mi

No sé como pasó, ni cuenta me di, pero el asunto es, que me enamoré de mi vecina., talvez por pena o por cobardía, mas no me atrevía a confesárselo, solamente, me conformaba con su linda sonrisa a la hora de saludarla por las mañanas. Era una belleza tenía muchos amigos y yo no sentía celos por ello.

Un día me desperté con el objetivo de confesarle mi limpio amor ,era domingo y llovía a cántaros, así que deje mi misión por la tarde. Eran las tres y media de la tarde, bien bañado, peinado y vistiendo mis mejores ropas toqué las puertas de su casa, de inmediato me abrió, llevaba puesto una ajustada camiseta, que le repintaba sus pezones pidiendo a gritos una mamada, ella noto mi expresión, con una sonrisa pícara me invito a entrar a la vez que yo no podía desprender mi vista de sus dos bien formadas nalgas.

Llego la hora pensé.
-¡Qué pasa necesitas algo!-me dijo,
-¡Sí, te necesito a vos!.
Si se lo confesé, le confesé todo lo que sentía por ella, pero como me correspondió, la muy perra ingrata se burlo de mí, sentí que todo el planeta me aplastó, estaba destrozado.

Mas todo ese dolor se convirtió en ira, cuando apareció un carbón riéndose a gritos, me dijo que yo no era lo suficientemente hombre para ella, que me siguiera masturbándome espiando a mi madre a la hora de bañarse. Como ser educado que soy no le dije nada, y me dirigí hacía la puerta, entonces vi una pesada estatuilla en una mesita, sin pensarlo dos veces la estrelle contra su cabeza, ella estupefacta miraba a su novio desmayado, en un charco de sangre saliéndole por
su cabeza, con ella hice lo mismo estaba furioso.

A é lo desnude, lo amordacé y lo deje en el suelo cual desperdicio, a ella también la desnude y la até a una silla para disfrutarla, con poco de agua logré despertarlos, de inmediato se dieron cuenta de mis intenciones, trataron de escapar pero les fue imposible. Me acerqué a ella, con suavidad le acaricie sus tetas le lamí su coño, como bebe hambriento me amamante hasta saciarme, y me desahogue en su ano, furioso le mordí sus dos pezones con toda la fuerza que mi mandíbula pudiese proporcionarme, la deje con dos hilos interminables de sangre pintándole de rojo su vientre.

Me dirigí hacía donde él estaba, se retorcía como cola de lagartija recién cortada, trataba de soltarse, me miraba con odio, le di de puntapiés en su estómago hasta que este me llego a doler, fui hacía la cocina ahí tome un filoso cuchillo.

-Crees que tu rostro es mejor que el mío.
Con rápidos movimientos le abrí dos profundos surcos en su rostro a pesar de la sangre podía apreciar su dentadura. Como chillaba el muy maricón.
-Crees que tu torso es mejor que el mío.
No se cuantas veces le clave el cuchillo, solo sé que se me llego a entumir la mano.
-Crees que tu pene es mejor que el mío.
Con una estocada se lo cercené , fui hacía donde ella estaba y se lo metí adorándoselo en su garganta, y así la dejé que muriera de asfixia, tenía un lindo cuerpo y no quería destruirlo.