Soldados del Dolor

|
Me presentaré. Soy el Soldado Huerta.
Hace unos años estaba destinado en el Zaire con la fuerza de Paz cuando me ocurrió una experiencia horripilante…era una mañana de Marzo, bastante calurosa, en la que teníamos que ir el equipo y yo a una aldea, a una media hora del campamento en jeep, puesto que habíamos recibido una señal de tiroteo en la zona...
Por el camino el Sol nos impactaba de lleno en nuestras sudorosas nucas, y los mosquitos nos atacaban con furia, chupando mililitros de nuestra sangre, llenando zonas de nuestro cuerpo de asquerosos bultos supurantes, aunque estábamos vacunados por supuesto.
A la llegada al poblado nos encontramos una zona desierta, a excepción de un cuerpecito de una niña que le habían tiroteado en pleno estómago y sus tripas esparcidas por el suelo se secaban al Sol mientras multitud de mosquitos se amontonaban en su sangrante cuerpo.
El equipo se dividió a explorar el poblado, en pleno silencio, y con los rifles preparados. Yo marché con mi camarada Sánchez hacia una cabaña bastante grande donde, en su interior, encontramos mas de una veintena de cadáveres…sin duda los atacantes los habían emboscado…Los cadáveres tenían pinta de haber muerto hacia una hora como mucho, y en su expresión (la de los que no tenían la cara reventada por un tiro) era de sumo dolor. La mayoría de los disparos no eran certeros, y había algunos que tenían tiros en pleno estómago, derramando tripas, o en la cabeza, desperdigando los sesos o en los brazos o piernas, individuos que seguramente padecieron una horrible muerte desangrados.
Fuimos contemplando los cadáveres uno a uno, los cuerpos de niños reventados por los tiros, los estómagos de los ancianos acribillados, e incluso pude ver horrorizado como habían acertado en pleno estómago de una mujer embarazada y todo el liquido amniótico había salido con violencia, dejando un charco anaranjado rojizo en el suelo. No pude ver el feto, pero había trozos de carne deformes por el suelo. Lo peor es que la mujer no murió en el instante, si no que se había arrastrado por el suelo unos metros.
Estaba contemplando el panorama cuando de repente entraron tres guerrilleros de la milicia local, autores sin duda de esta masacre. Parecía que sabían que estábamos allí, porque según entraron nos dispararon con sus metralletas. Nos pillaron desprevenidos y no pude sacar mi rifle a tiempo. Antes alcanzaron a Sánchez en el hombro, sonando un ruidoso crash al romperse la clavícula con la bala y lo vi caer, y antes de poder disparar a esos cabrones una bala me alcanzó en la espinilla. Noté un torrente de dolor que me obligó a caer y soltar mi fusil por los aires. Empecé a gritar por instinto, ya que la bala había fracturado el hueso y se había incrustado en él. Me imaginaba como los nervios que corren por el hueso se habían partido, y los líquidos del hueso se mezclaban con la sangre que salía a borbotones de la espinilla. Parecía como si me estuviesen dando con hierro al rojo vivo en una herida en carne viva. Pase del grito al jadeo.
Vi como se acercaban a Sánchez, pero yo no podía hacer nada, estaba inmovilizado por el dolor, que me reventaba. Le apuntaron con el fusil en el pecho, y le dieron un primer tiro. Pude oír como sus huesos crujian, y vi salir sus pulmones empapado en oscura sangre. Tres tiros mas, uno en un pie, otro en el estomago y el ultimo en la cabeza acabaron con su vida.
Mire a mi lado. Tenía junto a mi al cadáver de un niño. Parecería un niño africano normal y corriente durmiendo, si no fuera porque tenía una bala incrustada en el ojo, y los humores del ojo habían salido, y bajaban a poca velocidad por su cara, pareciendo que se hubiese echado jabón en su carita destrozada…Me quedé aun más paralizado.
Vinieron a mi.
El que parecía el jefe me apuntó y me disparó en la entrepierna, y el dolor de la espinilla parecían cosquillas con lo que entonces sentí. Era como si una bomba incendiaria hubiese explotado en el centro de mis cojones, y me estuviese quemando toda la zona mientras como si un perro de presa me hubiese clavado un colmillo traspasando un testículo. El dolor empezó a extenderse y el estómago conoció el mismo sufrimiento.
Me retorcí, esperando que la muerte que me iba a dar ese negro fuese rápida.
De repente entró mi equipo, y se produjo un tiroteo. Cerré los ojos.
No escuchaba mas que tiros mientras el dolor crecía. Me dormí. Cuando abrí los ojos me encontraba en el centro del poblado, junto a los cadáveres de algunos de mis camaradas. ¡Los habían vencido!
Había por lo menos una veintena de guerrilleros, que sonriendo me miraban a mi y a algunos compañeros prisioneros más atados.
Entonces me cogieron a mi, me acercaron a un negro con un hacha, y extendieron mi brazo sobre la arena de la sabana. Vi que alzaba el hacha y empecé a llorar. Suplique a Dios…y es que mi cuerpo ya no aguantaba más dolor.
El hacha calló con fuerza sobre mi mano, y la traspasó, clavando el hacha en el suelo. Al principio solo notaba un pequeño dolor helado, pero al levantar el hacha vi mi mano desprendida, chorreando sangre a borbotones del muñón, y un dolor semejante al de la entrepierna estalló en mí.
Grité. Grité mas que nunca. Grité hasta que mis cuerdas vocales estallaron y en una dolorosa arcada vomité sangre. Pero intenté seguir chillando con un ronco sonido, que en cada intento me hacía escupir sangre. Sangre y más sangre.
Estaba en el suelo y no hacía mas que rodar. El dolor de la espinilla, el de la entrepierna y este se sumaban a mi danza, haciéndome el ser más patético de la historia del Zaire. Notaba como se me nublaba la vista.
Me faltaba sangre.
No sentía el dolor del muñón, ni de los cojones, ni de la espinilla.
El dolor se iba.
¿Era el fin?

No…aun me quedaba mucho por sufrir…

0 comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts with Thumbnails